domingo, 1 de junio de 2014

!!!Excrementos!!!

Si hay una escena que me resulta particularmente deliciosa, es la que suele darse en los cursos de rastreo. Esto es, en aquellos en que el temario versa sobre los indicios que los animales dejan en su hábitat al acometer sus actividades vitales. En todos ellos, tarde o temprano, el responsable del curso toma un excremento depositado sobre un arbusto, una piedra o en el suelo, lo huele, describe a sus expectantes alumnos los matices del aroma y después lo cede para que puedan comprobar, haciendo uso de sus pituitarias respectivas, que las explicaciones del avezado docente se ajustan al caso que tienen –pocas veces mejor dicho- entre manos. Este marco inconfundible de pasión por el medio alcanza su apogeo si las indicaciones tienen lugar en una transitada ruta senderista y la reverencial forma de pasarse la deyección, queda al alcance de quienes son ajenos a los motivos de tan peculiar ceremonia. ¡Pocas veces una escena tan surreal puede presumir de ser tan entrañable!

Excremento informe de garduña sobre rastrojo
No, no se me va la cabeza. Al menos, no más que de costumbre. La razón de semejante espectáculo es muy simple: los excrementos nos dan muchísima información acerca de los hábitos alimenticios de los animales, así como datos de carácter fisiológico o de comportamiento. Son, por otro lado, una forma sencilla de identificar la presencia de una u otra especie en un hábitat concreto, como sucede con huellas, restos de comida o marcas de colmillos y cuernas en árboles o en el propio sustrato. En la identificación de excrementos van a tener importancia su tamaño y forma, su consistencia, su color, los restos de comida que puedan integrar y, por supuesto, su olor. 

Excremento de zorro en junio: huesos de cereza
En este estado de cosas, garduñas y zorros emplean sus excrementos para marcar, depositándolos a la vista, a menudo en lugares elevados como muretes y poyos, por lo que son fáciles de ver cuando se sale al campo. Ambos animales no sólo se alimentan de carne –en la vida uno no siempre consigue lo que quiere-, también de los frutos silvestres disponibles en cada mes del año, así que pueden encontrarse en sus deyecciones huesos de cereza, si corre el mes de junio, o un tono morado y semillas de zarzamora si corre el de octubre. Este dato nos puede dar una idea, por ejemplo, de por dónde se han movido los individuos si aquellas han sido depositadas en una zona en la que no hay cerezos ni zarzamoras; el animal habrá pasado por la más cercana en la que sí se den estos frutos. 

También se encuentran, tanto en los excrementos de garduña como de zorro, restos de pelo y de huesos sin digerir o, en caso de haberse atiborrado de insectos, restos de los élitros –primer par de alas coriáceo propio de los escarabajos- y de otras partes de la dura armadura que los recubre, que harán que la “plasta” se nos deshaga entre las manos; una deyección no es sino un producto de los hábitos alimenticios del “animalico” en liza, algo que debe tenerse siempre presente. 

Excremento de zorro en octubre: el individuo ha comido moras
En general, los excrementos de los zorros suelen ser más grandes que los de la garduña, animal de menor talla, pero la enorme variabilidad de formas y tamaños, sobre todo en el caso de ésta, puede llevar a que tengamos serias dudas de que una deyección que hayamos visto por el campo sea del uno o de la otra. Al fin y al cabo, sus similares hábitos alimenticios y manías a la hora de ubicar el “pastel” no ayudan. Es aquí donde ponemos a trabajar a la pituitaria, pues en el caso del zorro, el olor de sus excrementos, siendo fuerte, no es en absoluto desagradable y sí característico y de ahí que en los cursos de rastreo sean habituales escenas, del todo peculiares como la descrita en el primer párrafo. 

Llegados a este punto no queda mucho más que añadir. Me viene a la mente el caso del erizo, por lo del tamaño, pues cuando uno ve sus enormes excrementos, lo que no es en absoluto fácil al no dejarlos a la vista, no puede evitar preguntarse cómo puede un animal tan pequeño engendrar semejante cosa.

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