jueves, 26 de junio de 2014

Una laguna de Gallocanta en Albacete

La de Pétrola es una laguna esteparia, salina y endorreica situada a escasos kilómetros de la ciudad de Albacete, casi tocando el casco urbano de la localidad manchega que le da nombre, a 860 metros de altitud sobre el nivel del mar… ¡Andanda qué bufanda! como la laguna de Gallocanta, que es también una laguna esteparia, salina y endorreica situada a pocos metros del casco urbano de la localidad aragonesa que le da nombre, en una planicie a 1000 metros de altitud sobre el nivel del mar y, eso sí, algo más alejada de las ciudades de Teruel y Zaragoza.

Panóramica de la Laguna de Pétrola
Su profundidad media, la de la laguna de Pétrola, es de unos setenta centímetros, algo mayor que la de Gallocanta, que ronda los cincuenta. Pero, mira por dónde, la profundidad máxima de ambas cuencas endorreicas es la misma, alrededor de dos metros; que la alcancen dependerá del régimen de precipitaciones anual. Para terminarlo de arreglar, las dos son parte de complejos lagunares mayores, en el caso de la manchega, lagunas de menor entidad están dispersas en sus proximidades sin que, que yo sepa, hayan recibido apelativo, en el de la aragonesa pueden citarse las lagunas de la Zaida, Guialguerrero y dos lagunicas en Santed, una de las cuales, es cierto, no es de agua salada. 

Las salinidad de la laguna se esparce sobre la playa
Como en Gallocanta, en los carrizales de Pétrola pueden observarse ejemplares de especies propias de estos ambientes como el carricero común, el carricerín cejudo, carricerín real o el ruiseñor pechiazul; en el centro de la lámina de agua, otros de cerceta común, tarro blanco, ánade friso, rabudo o cuchara; y en sus orilla, paseándose a la caza y captura de invertebrados, avefrías, andarríos, chorlitejos, avocetas o cigüeñuelas. Con estos mimbres, uno no puede evitar sentirse como en casa.

Secanos y carrascas conforman el paisaje circundante
La principal atracción de la laguna aragonesa, aunque no la única como bien saben los que pululan de vez en cuando por ella, son las reuniones masivas de grullas que tienen lugar a causa de su tránsito migratorio. Tanto en su viaje de ida al sur, cuando hace su aparición el invierno, como en el de regreso, al asomarse la primavera, las grullas emplean la laguna para recuperar fuerzas. El espectáculo es, a todas luces, digno de admiración; resulta verdaderamente impresionante el andar elegante, vuelo majestuoso e infatigable trompeteo de decenas de miles de estos grúidos en un mismo lugar y a un mismo tiempo. La principal atracción, en la manchega, es su población de flamencos, la cual, tras no hacerlo durante años, está volviendo a nidificar y sacar adelante sus polladas, no sin importantes dificultades. Verlos iniciar el vuelo te encoge el corazón, llegas a dudar de que puedan conseguirlo, una vez abandonan la tierra firme no puedes evitar sentir que se remonte hacia el cielo con ellos. Estas aves de color rosa intenso, atuendo que no puede ser más idóneo para la época reproductora, son muy sensibles a los cambios en las condiciones de su hábitat, así como a las molestias que se les puedan ocasionar, razones que explican los casi diez años en los que no se ha constatado actividad reproductiva. 

Flamencos en vuelo
Aquí radica la diferencia más evidente que encuentro entre ambas lagunas. La cuenca endorreica albaceteña parece dejada, por completo, de la mano de Dios, a pesar de contar con una figura de protección que reconoce sus valores ambientales y la necesidad de su conservación, así como de ser uno de los más difundidos destinos turísticos en la provincia manchega. La fábrica que extraía salmuera ha detenido su actividad, sin haberse desmantelado las instalaciones, lo que ofrece una imagen deplorable al visitante. En sus proximidades, un destartalado observatorio resulta insuficiente para acercarse a la fauna acuática de una lámina de agua demasiado extensa, lo que es causa de que se moleste a la avifauna que desarrolla su actividad cerca de los caminos que rodean la laguna. No existe, por otra parte, ningún tipo de control a los rebaños de ganado ovino que llegan a pastar en sus orillas, muy cerca de los lugares de nidificación de la colonia de flamencos. Tampoco hay noticias de centros de interpretación ni de campañas de sensibilización de la población residente, así como de los potenciales visitantes del paraje, a excepción de la infatigable labor de la Sociedad Albacetense de Ornitología, la cual, igualmente, denuncia infatigable la dejadez de la administración. En fin, una pena porque siempre que me doy un garbeo por Pétrola tengo la impresión de estar en un entorno tan maravilloso en lo biodiverso como la laguna de Gallocanta, pero sin la atención que, década tras década, ha ido recibiendo la cuenca endorreica turolense y, en consecuencia, con amenazas mucho más graves e imprevisibles de las que ésta puede, o pudiera, llegar a tener.

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