lunes, 1 de septiembre de 2014

Necesitamos el tren

Un ferrocarril convencional bien gestionado constituye el medio de transporte terrestre más eficiente y respetuoso con el entorno de todos los que el hombre ha sido capaz de desarrollar a lo largo de su historia. Sí lo es, aunque sea difícil de creer, e incluido el segway, esa aberrante plataforma con ruedas que se mueve gracias a la electricidad que le proporciona una batería y que podría motivar que los índices de obesidad, en una sociedad ya demasiado sedentaria, terminaran por dispararse y todos nosotros por tomar la apariencia de un tonel. Chascarrillos aparte, el tren permite transportar personas y mercancías consumiendo mucha menos energía que la carretera. Si la vía está electrificada, además, una parte de esa energía será obtenida a partir de fuentes renovables y autóctonas, no la habremos de importar como pasa con el diesel o la gasolina, y los trenes, cuando frenen, podrán devolver una parte de la electricidad que han consumido a la catenaria, haciendo que la eficiencia energética sea todavía mayor. Unido a lo anterior, para una misma capacidad logística, ocupa mucho menos espacio, destruyendo una cantidad menor de suelo fértil.

Es cierto que el ferrocarril no tiene la flexibilidad de la carretera, pero en Austria y Suiza, que sí han apostado desde siempre por este medio de transporte, más de un tercio de las mercancías son transportadas haciendo uso del mismo y la oferta para viajeros es amplísima, pudiéndose recorrer ambos territorios sin necesidad de disponer de un automóvil; bien saben que el ferrocarril no es asunto del pasado. En España, sin embargo, apenas un cuatro por ciento de las mercancías se mueven por ferrocarril y, si se exceptúan el AVE y los trenes turísticos, cuando se consulta la oferta para viajeros, dan más ganas de llorar que de subirse a un tren. Si de muestra bien vale un botón, pensemos en la línea Zaragoza-Teruel-Valencia que da servicio, entre otras, a las poblaciones del Jiloca. Viajar entre la capital del Ebro y la del Turia te toma más de cuatro horas, un recorrido que en coche no supone más de tres y media y que, para más inri, en tren te sale por un ojo de la cara y la córnea del otro. Que viajen las mercancías supone… bien, las mercancías entre Zaragoza y Valencia hacen su recorrido por Tarragona… sí, cristalino, sin comentarios.

La línea ferroviaria Zaragoza-Teruel, al fondo Cuencabuena
Las dos compañías que habían de llevar a puerto la construcción de esta línea, ideada en principio para transportar el mineral desde Sierra Menera, no se pusieron nunca de acuerdo y acabaron invirtiendo, cada una de ellas, en la suya. Hace unos años, dentro de su programa de Vías Verdes (una red de caminos que aprovecha los viejos ferrocarriles ya cerrados y sin uso), la Fundación de los Ferrocarriles Españoles desmanteló uno de estos trazados para permitir que circularan por él senderistas, jinetes y ciclistas, convirtiéndose, con el tiempo, en la Vía Verde más larga de Europa, la Ojos Negros-Sagunto. En otros lugares del viejo continente, así como en algunos del Canadá, estas infraestructuras constituyen un importantísimo motor económico para los territorios que atraviesan. La razón es sencilla, embarcados en una travesía que puede durar tres, cuatro, cinco días y que realizan sin automóvil y, en consecuencia, sin maletero, sus usuarios necesitan abastecerse de alimentos sobre el terreno y pernoctar una vez la jornada de viaje ha concluido, lo que llevan a cabo haciendo uso de la oferta hotelera disponible: hostales y viviendas de turismo rural regentadas por familias residentes en la zona. En otras palabras, que se dejan los dineros en el territorio contribuyendo a fijar población. Sí, esto también es difícil de creer tan poco acostumbrados al cicloturismo como lo estamos en Aragón pero es cierto. ¿No me creéis? Daros una vuelta por La Garrotxa, en Gerona, recorred la Vía Verde de “El Carrilet” y comprobadlo por vosotros mismos.

Puente ferroviario en Luco de Jiloca de la desmantelada Caminreal-Calatayud
No obstante, para que la Ojos Negros-Sagunto sea ese motor económico en el Jiloca, para revertir la grave situación demográfica de muchos de nuestros lugares, la vía férrea y su material circulante han de estar en condiciones, han de poder acercar a las personas que deseen recorrerla desde cualquier punto de Europa. Los carriles, adaptados a los criterios de gestión propios del siglo XXI, serán mantenidos económicamente, no sólo por los convoyes de viajeros, sobre todo, por las mercancías de las industrias aragonesas que transitarán, bien en dirección a Europa por Canfranc (una vez reabierto el paso internacional en 2020) o bien hacia la salida marítima natural de Teruel en Castellón. La inversión no es elevada pues la infraestructura ya está construida, incluso en estos tiempos de zozobra presupuestaria es factible llevar la renovación a cabo. Por su parte, los trenes de pasajeros, con horarios atractivos y espacios adaptados al transporte de bicicletas, ofrecerán el servicio necesario para hacer bueno el dinero inyectado, hace unos años, en la vía verde y, sobre todo, vertebrarán los hermosos pueblos nuestros que agonizan ante la falta de oportunidades para los jóvenes. ¿Y qué es lo mejor de esta propuesta, de este sueño posible? Pues que se estaría apostando, de verdad, por un modelo sostenible de desarrollo, basado en aprovechar lo que ahora existe con el mínimo impacto ambiental posible y que impulsaría la economía local, poniendo en valor, más todavía, los valores ambientales y artísticos del territorio. Unido a esto, se mejoraría la logística de las industrias asentadas en el Jiloca, las cuales podrían optar por mover sus mercancías por un medio de transporte, según su destino, mucho más barato como es el tren e, igualmente, con menor impacto ambiental. Para llevar esto a puerto no serían necesarios más taludes ni desmontes, grandes obras de ingeniería ni expropiaciones forzosas y se reduciría la contaminación atmosférica y acústica que provoca el tráfico rodado de automóviles y camiones y nuestra dependencia energética del exterior. 

El tren Zaragoza-Teruel a su paso por Cuencabuena
Acudiendo a la última Fiesta del Chopo Cabecero, desde Luco de Jiloca en el medio de transporte más respetuoso con la naturaleza que existe (el zapato), coincidí cerca de Cuencabuena con el tren de pasajeros que une, con más pena que gloria, las poblaciones de Zaragoza y Teruel. El exiguo espacio que ocupa la vía me resultó fehaciente prueba de su respeto por el entorno y verlo surcar la paramera con esa parsimonia sinuosa que lo caracteriza, llenó mi espíritu de esperanza. Sin duda es un superviviente, incluso abandonado de todos se mantiene en sus trece, seguro de que pronto llegará su momento cuando comprendamos que, para el futuro, necesitamos el tren.

No hay comentarios:

Publicar un comentario